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La Estaca (Adèu Catalunya)

Llega un momento en la vida de todo pueblo en el que se encuentra en una encrucijada de caminos y debe tomar una decisión. Esta encrucijada hace ya muchos años que apareció en la vida del pueblo español, sin que hasta ahora se haya tomado ninguna decisión. Y así estamos, desde hace ahora muchos años, parados ante esa encrucijada sin decidir qué camino tomar y por tanto sin poder avanzar en ningún sentido.

Esta encrucijada en la que nos encontramos es la que ha generado el nacionalismo y que, de no resolver de una forma decisiva, nos mantendrá en esta situación sin salida por muchos más años. Más en concreto, el mayor problema en este momento es la encrucijada artificial a la que nos ha arrastrado el nacionalismo en Cataluña. ¿Cuál sería la solución? ¿qué decisiones habría que tomar para salir de esta encrucijada?

En las últimas semanas los medios de comunicación han publicado tantas noticias sobre las declaraciones y contradeclaraciones de Artur Mas, Francesc Homs, Jordi Pujol, Mariano Rajoy, y tantos otros, que daría la impresión de que en España en general, y en particular en Cataluña, no existe ningún otro problema grave –ya sea político, social o económico– que no fuera el de las amenazas secesionistas lanzadas desde la Generalitat de Catalunya. Ni el paro desorbitado, ni la deuda galopante, ni la crisis social, ni nada de todo eso parece existir. Y sin embargo existe.

De hecho, uno de los objetivos de Convergència i Unió es desviar la atención de la situación real en Cataluña. A cualquier precio, en este caso a un precio que parece demasiado alto. Otro de sus objetivos, de CiU y del resto de las formaciones nacionalistas e independentistas catalanas, es el de culpar al resto de España de la situación que ellos mismos han creado durante largos años en el gobierno de Cataluña.

Basta haber leído la prensa estas últimas semanas para haber visto una larga carga de insultos e injurias contra los españoles por parte de estos individuos, del tipo ‘nos roban’ y ‘ladrones’, siempre seguidas o precedidas de la actitud victimista del estilo ‘no nos respetan’ y ‘nos insultan’. Aquí también es chocante cómo cualquier crítica, por pequeña que ésta sea, a una formación o a un dirigente nacionalista o independentista es convertida automáticamente como un insulto a Cataluña y a los catalanes. Y esto sin que nadie lo cuestione, y mucho menos los mismos catalanes que han aceptado de este modo que la de Cataluña es una identidad de construcción política, o sea artificial. Si quedara algo de orgullo y de sentido común en el pueblo catalán, como mínimo se ofendería por esta abusiva deconstrucción de la identidad catalana.

La respuesta desde el Estado –suponiendo que en España exista un Estado, y no un simple Gobierno de partido, lo que no es cierto desde la Transición– es la de «negociar», siempre con la boca pequeña y con mucho cuidado para no desatar la agenda victimista de la oligarquía política catalana. La respuesta es siempre tibia y siempre nos mantiene en esa encrucijada, sin sacar los pies de ella para avanzar por miedo a provocar una ofensa, por mucho que esta sea producto de mentes paranoicas con agendas bien marcadas. Y así, ¿hasta cuándo?

La «estrategia del dejar hacer», del laissez faire y esperar a que pase la tormenta nos ha llevado a una situación en la que el nacionalismo y el independentismo se han movido a placer sin ninguna oposición, lo que les ha permitido crecer de forma cómoda para poder así presionar aún más en sus agendas.

El del nacionalismo catalán hacia la independencia es –y debe de ser– un viaje sin retorno. No hay tiempo para invertir tantos años de adoctrinamiento nacionalista y el tiempo que nos queda necesitamos invertirlo en reconstruir España, social, política y económicamente. La estrategia de los oligarcas políticos catalanes es la de asfixiar al resto de España provocando tensión e inestabilidad de forma contínua, de modo que debilitándola siempre puedan obtener sus objetivos.

La solución no pasa por las armas, como creen o quieren hacer creer los nacionalistas catalanes. Muy al contrario, la solución ya la han ofrecido ellos mismos. La solución es la independencia…¿de Cataluña? No, de España.

Cataluña, por su ubicación geográfica, ha sido hasta ahora la puerta de paso de España hacia Europa. Puerta de paso y de bloqueo, ya que en realidad Cataluña es un embudo para el acceso de España a los mercados de la Europa Continental. De ahí que tantas multinacionales se hayan ubicado en Barcelona con el fin de controlar la venta de sus productos en la Europa Sudoccidental.

La independencia, pues, supondría un equilibrio ya que Barcelona perdería atractivo para muchas de esas compañías, y se podría considerar su relocalización en otras regiones, como podrían ser Aragón o Valencia. No hay que olvidar que la virulencia con la que se ha ensañado el nacionalismo catalán contra los españoles y que ha incidido especialmente en el tema comercial y económico, es muy posible que provoque un sentimiento de rechazo hacia los productos provenientes de Cataluña.

Es más, es lógico que los españoles «tiren para casa» y productos que antes se veían como propios ahora dejen de serlo. Esto beneficiaría a pequeñas empresas españolas cuyos productos tienen que competir con marcas catalanas con mayor arraigo en el mercado nacional…por el momento.

Travesía Central Pirenaica

La Travesía Central Pirenaica, el corredor ferroviario de alta velocidad de mercancías en una representación de La Fundación Transpirenaica, enlazando con el corredor mediterráneo a la altura de los puertos de Valencia y Sagunto

Otro punto a tener en cuenta relacionado con Cataluña como el «embudo comercial y económico» de España en su salida hacia Europa Continental es el del llamado Corredor Mediterráneo. La presión de Cataluña, siempre por medio del chantaje independentista, relega a un segundo plano –e incluso más allá– a la creación de un Corredor Central, la llamada Travesía Central Pirenaica, que pasaría por Aragón comunicando el puerto de Algeciras con el Continente. Y, sin el chantaje de la oligarquía política catalana, los puertos de Valencia y de Sagunto podrían enlazar con este corredor central sin tener que pasar por el embudo catalán, que siempre es detrimental para los valencianos. También es de notar que el puerto de Barcelona, que ya ha perdido bastante tráfico frente a los de Valencia y Sagunto, perdería aún más en favor de los ya mencionados puertos españoles.

Por estos y otros muchos motivos la independencia de Cataluña no sólo no sería detrimental para el resto de España, sino que es deseable y abre las puertas hacia la reconstrucción y vertebración de una España ya no lastrada por el embudo catalán.

La alternativa es el embudo, el chantaje contínuo y la inestabilidad económica, política y social. El fracaso. No por Cataluña en sí sino por la Cataluña que han creado en los laboratorios del nacionalismo.

Nada de esto debe verse como un rechazo, por odio o por venganza, contra los catalanes. España debe continuar su camino y éste pasa por obtener las mejores ventajas posibles incluso de las peores situaciones.

No es posible evitar pensar que lo que esta Cataluña de laboratorio político nacionalista representa es a aquella estaca de la canción del cantautor catalán Lluís Llach, mucho más que el régimen que el cantautor intentaba representar con ella…

Si estiramos todos, ella caerá

y mucho tiempo no puede durar,

seguro que tumba, tumba, tumba

bien carcomida debe estar ya.

Si yo la estiro fuerte por aquí

y tú la estiras fuerte por allá,

seguro que tumba, tumba, tumba,

y nos podremos liberar.